martes, 2 de agosto de 2011

Luchando contra tus propios demonios

Como todos los días desde hace un año, daban las 12am y el seguía sin poder dormir, encerrado en su habitación, escuchando la misma canción una y otra vez mientras pintaba entre lagrimas uno de sus tantos cuadros. Lentamente los recuerdos embargaban su memoria, cada caricia, cada palabra, cada mirada, una a una las noches que vivió junto a ella observando la luna… y de pronto volvía la expresión de odio en su rostro, aquella que lo acompañaba durante toda la madrugada, mientras trazaba el carboncillo en el papel empezaba a llorar y a matar su recuerdo.

La herida aun estaba abierta, su corazón seguía lleno de resentimiento pese a que ya habían transcurrido más de 365 días desde que descubrió la traición de la mujer que tanto amaba y su mejor amigo. Aquel día en que juro que no volvería a confiar en nadie, que se burlaría de cuanta mujer se le cruzara en frente ya que ninguna valía la pena aparte de su madre ya muerta.

Desde ese día se encerró en su habitación, acompañado solo de un cuaderno de dibujo, haciendo su propio mundo, alejándose de todo y de todos.

Y así transcurrían sus días, pintando, leyendo, desolado… botando a la basura las cartas que le llegaban, discutiendo con Matilde, su hermana mayor; ya que ella insistía en no dejarlo morir en vida. Cada día le llevaba sus alimentos, buscaba conversar con el pese a que sabía que no obtendría respuesta alguna. Sin embargo, tres meses después Matilde decidió casarse, irse a vivir fuera del país y al no querer dejar desamparado a Salvador, optó por contratar una chica que se encargara de los quehaceres del hogar.

Una tarde mientras Salvador dormía, tocaron el timbre una y otra vez. Salvador detestaba que lo despertaran, nunca recibía a nadie, había desconectado el teléfono desde que su hermana se fue y solo salía a hacer compras una vez a la semana. Pero esa tarde fue distinta, pues diviso a una mujer muy simpática desde la ventana y pese a que odiaba a todas las mujeres no pudo negarse a atender a tan adorable criatura.

Dulce, se presento como la nueva chica del servicio, el inmediatamente rechazo su petición, le grito, le dijo que no necesitaba de nada, ni nadie. Ella se sintió incomoda, pero firme en su posición pues Matilde había firmado su contrato y ella necesitaba el trabajo, incluso ya le habían adelantado 6 meses de sueldo. Al oír esas palabras Salvador accedió a que ella trabajara para él, pero le aclaro que se limitara a las cosas de la casa y que en cuanto a sus alimentos los tendría que llevar a su habitación porque él nunca salía de ahí.

El tiempo transcurría y Dulce cada vez despertaba mas el interés de Salvador, era muy carismática aparte de guapa y aunque al inicio el detestaba que se inmiscuyera en sus cosas, que quiera entrar en su mundo como él lo llamaba y a que estuvo a punto de despedirla, el luchaba cada día contra sus demonios, su contradicción mente cuerpo no lo dejaba.

Dulce cada vez se convertía en alguien más especial e inconscientemente la había ido dibujando, idealizando pero él había hecho un juramento y no podía permitir que creciera el amor que ya llevaba dentro.

Una noche cuando dulce entro a dejarle la cena, hallo la habitación vacía y al ver tendido el cuaderno de dibujo no pudo resistirse a revisarlo, grande fue su sorpresa al verse retratada por el hombre que tantas emociones causaba en ella. Segundos después cuando quiso dejar todo como estaba, para que el huraño de su patrón no la regañara como tantas veces, fue tarde pues Salvador había ingresado en la habitación, ella trato de disculparse inmediatamente al verse con el cuaderno entre sus manos… no la dejo hablar y la callo con un sutil beso.

Minutos después la aparto de si confesándole sus sentimientos, pero también le pidió que se alejará pues su amor estaba maldito, el sentía que no podía hacerla feliz, guardaba mucho odio en alma y temía no poder olvidar, por eso prefería tenerla lejos para no dañarla. Salvador bajo la mirada y de pronto Dulce sorprendida aun, le levanto el rostro y solo atino a besarlo luego de decirle que estaba dispuesta a correr el riesgo.

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