viernes, 23 de octubre de 2009

Yo soy un yo sin un tù...

En octubre de 1991 un grupo de terroristas que planificaba y ejecutaba diariamente secuestros, sesiones de tortura y asesinatos en Huancavelica, puso en su mira a algunos ex dirigentes del sindicato de las minas de “Recuperada”, entre ellos a Robert Meza.

De mediana estatura, delgado, cabello lacio y de ojos marrones claros, Robert tenía 33 años aquel 7 de junio cuando fue a visitar a su madre a la casa de Hualhuas, en Huancayo. Seguramente presentía el fatal final que le esperaba pues días antes viajó a Lima a visitar a varios familiares como despidiéndose; entre ellos su hermano, su cuñada y su pequeña sobrina.

“Salieron a las ocho de la noche aproximadamente luego de una fuerte discusión que tuvimos. Robert iba acompañado de un miembro de su escolta de seguridad. Cuando cruzaban el patio los perros comenzaron a aullar, pero claro, qué iba a pensar uno en lo que se avecinaba”, contó hace mucho su esposa Maritzza.

Robert abordó su camioneta en compañía de su escolta como era costumbre, mientras que en la cabina le esperaba su chofer. Lamentablemente horas después de haber iniciado el viaje, estando cerca de Huancayo, una bomba muy bien ocultada por los represores hizo estallar la camioneta repentinamente.

Robert Meza había nacido en Huancayo, el 13 de abril de 1958. De pequeño estudió en el colegio “José Olaya” de Hualhuas, de joven sirvió a la FAP y llegó a ocupar el cargo de SGT1 FAP, años después decidió estudiar administración de empresas.

Trabajó en talleres, fábricas y minas, absorbiendo el legado de sus hermanos, que de algún modo desde niños habían sido obreros del vidrio, de la carne, del pan y metalúrgicos. Robert se crió al calor de las luchas de los obreros anarquistas; aquellos que usaban el mecanismo de la controversia para discutir y aprender lo esencial de la lucha de clases.

En 1977 empezó a trabajar como obrero de la mina de “Santander”, luego ocupó un cargo en el sindicato de trabajadores y en 1985 inició su labor como relacionista industrial en la mina “Recuperada” de la empresa Buena Ventura hasta el día de su muerte.

Robert solía reír con ternura mientras el sol se reflejaba en su rostro mientras disfrutaba de una tarde en su tierra natal. Fue un padre abnegado, el menor de ocho hermanos, excelente trabajador, danzante profesional, hombre de corazón noble, amigo sincero, amante discreto y un compañero fiel.

Su muerte dejó a sus dos pequeños hijos en la orfandad y a la sociedad sin un buen servidor. Su familia solo espera la justicia divina ya que hasta hoy sus asesinos no han recibido castigo alguno.

Este personaje no es solo un familiar, él es mi segundo padre, lamentablemente nunca tuve oportunidad de decírselo y hoy una pared de tierra se interpone entre nosotros.

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