Hoy desperté con ganas de recorrer las mismas calles por las que transitaba cuando era niña lamentablemente no lo pude hacer ya que desde que inicié mi caminata por “La ciudad de los reyes” pude visualizar la modernidad de una urbe que ha cambiado gracias a la tecnología.
Lima es la ciudad donde se mezclan todas las sangres, una combinación de culturas. Pese a ello las tapadas de fino pie que recorrían Jirón de la Unión quedaron en el pasado así como también los virreyes en calesa, o aquellos sonrientes pregoneros que le daban otro enfoque a nuestra capital.
La lima de hoy tiene diversos contrastes, los románticos balcones de estirpe mora van siendo carcomidos por las polillas; las pistas son cada vez más difíciles de transitar debido al incremento de automóviles en el parque automotor. Las viejas casonas y patios solariegos siguen formando parte de la famosas “quintas” del Rìmac aunque ya casi en escombros.
El caminar por Lima “La gris” significa convivir con el ruido ensordecedor del claxon y la humareda plomiza de los vehículos que diariamente enfurecen y generan dolor de cabeza a más de un peatón. Las avenidas aunque hoy en día ya con más iluminación no logran protegernos de los amigos de lo ajeno que aprovechan cualquier distracción para apoderarse de lo que nos pertenece.
Por un momento deje divagar mis pensamientos y llegue a creer que me cruzaría con hermosas damiselas vestidas de encaje y de tacos aguja; así como también con distinguidos caballeros con gorro de copa y bastón en mano lamentablemente no fue así a mí alrededor solo existían cientos de comerciantes trabajando arduamente buscando subsistir.
Así es Lima realmente, también tiene su lado oscuro. Ese otro plano que hace mención a las trifulcas entre manifestantes y efectivos policiales, las paredes pintadas con graffitis que buscan expresar el arte urbano, las jóvenes que ofrecen su cuerpo al mejor postor en la avenida Colmena y la inmensa soledad que embarga a los niños que duermen a orillas del río Rimac bajo el puente Balta.
Lima es la ciudad donde se mezclan todas las sangres, una combinación de culturas. Pese a ello las tapadas de fino pie que recorrían Jirón de la Unión quedaron en el pasado así como también los virreyes en calesa, o aquellos sonrientes pregoneros que le daban otro enfoque a nuestra capital.
La lima de hoy tiene diversos contrastes, los románticos balcones de estirpe mora van siendo carcomidos por las polillas; las pistas son cada vez más difíciles de transitar debido al incremento de automóviles en el parque automotor. Las viejas casonas y patios solariegos siguen formando parte de la famosas “quintas” del Rìmac aunque ya casi en escombros.
El caminar por Lima “La gris” significa convivir con el ruido ensordecedor del claxon y la humareda plomiza de los vehículos que diariamente enfurecen y generan dolor de cabeza a más de un peatón. Las avenidas aunque hoy en día ya con más iluminación no logran protegernos de los amigos de lo ajeno que aprovechan cualquier distracción para apoderarse de lo que nos pertenece.
Por un momento deje divagar mis pensamientos y llegue a creer que me cruzaría con hermosas damiselas vestidas de encaje y de tacos aguja; así como también con distinguidos caballeros con gorro de copa y bastón en mano lamentablemente no fue así a mí alrededor solo existían cientos de comerciantes trabajando arduamente buscando subsistir.
Así es Lima realmente, también tiene su lado oscuro. Ese otro plano que hace mención a las trifulcas entre manifestantes y efectivos policiales, las paredes pintadas con graffitis que buscan expresar el arte urbano, las jóvenes que ofrecen su cuerpo al mejor postor en la avenida Colmena y la inmensa soledad que embarga a los niños que duermen a orillas del río Rimac bajo el puente Balta.
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