El enorme edificio azul estaba iluminado como para una gran fiesta.
Nosotros bajamos del auto y subimos los escalones alfombrados hasta el salón central.
Mi padre y yo quedamos anonadados al ingresar y ver el grandioso banquete que ofrecía la familia Pizarro por el nacimiento de su primogènito.
Cuando nos acercamos pude observar solo lo que el ropón no podìa cubrir: el angelical rostro del nene.
Claudio como lo llamaron sus padres se veìa tan indefenso, sin imaginar el futuro prometedor que le esperaba.
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