El día en que nací el cielo se pinto de gris.
Nacieron las estrellas
y en cada una de ellas se reflejaba
la cara mas bella.
Martes seis de febrero de la década de los noventa
Siendo las seis y treinta San pedro sin darse cuenta
Me arrojo en los brazos de quien entre risas y llantos
Me protegería por quererme tanto.
Mi madre creyó que por darle una hija como yo
mi padre seria un santo.
Quizás luego lo lamento tanto
ya que se había desvanecido el encanto.
Una enfermera muy bonita
y un doctor algo gruñón
Son quienes iniciaron mi vida
en un parto sin dolor.
Entre dulces miradas y caras largas
Me pasearon de mano en mano
Pero como olvidar esa mirada
que me estremeció calmando mi llanto
El estar en sus brazos fue mágico,
El sentir el olor de su piel lo fue más
Pero no hay palabra que describa
la pureza con la que ella me supo amar.
A: Esperanza.
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