domingo, 12 de junio de 2011

En busca de la quinta estación.

Siete de cada diez niños tienen que descuidar el colegio y dedicarse al comercio ambulatorio de golosinas, cuidar carros, lustrar zapatos o ser artistas ambulantes en autobuses y mercados debido a la falta de solvencia económica en Ventanilla.

La calle es el espacio de trabajo de los más pequeños. Suelen ser niños desde los seis años. Sin embargo la mayor proporción tiene entre 12 y 15 años de edad. El epicentro de la expulsión de niños y niñas a las calles está asociado a carencias socioeconómicas y afectivas que desembocan en violencia y abuso sexual.

El trabajo infantil tiene mucha influencia en el trabajo académico; produce tensiones físicas, sociales o psicológicas inapropiadas ya que muchos llegan tarde o muy cansados y disponen de poco tiempo para realizar sus tareas.

Pese a ello, los niños trabajadores no han desertado de las escuelas porque confiesan que el trabajo les ayuda a pagar la matrícula, los útiles o el uniforme del colegio. Mientras que los que abandonaron el colegio no se han dirigido fundamentalmente al trabajo ya que el ganar solo diez soles diarios o el recibir una propina los orilla a realizar actividades económicas ilícitas tales como el robo, la prostitución o el comercio de drogas.

Al pasar la mayoría de su tiempo en las calles los niños trabajadores se enfrentan a una multitud de problemas. Son más vulnerables frente al asalto sexual y físico por desconocidos, accidentes, la presión de bandas, la tentación de robar, la prostitución, la drogadicción, homicidios y problemas de salud debido a la inhalación de gases tóxicos y polvo.

Sin embargo, ni los padres, ni los niños son conscientes de tales peligros. Las calles no son sólo un centro laboral, sino también un espacio de autoeducación no formal donde aprenden valores y normas de comportamiento

Mientras los obreros tienen una jornada semanal de 45 horas, cinco de cada diez niños no descansan ni un solo día por obtener dinero para la sobrevivencia familiar. Las familias imponen una jornada de trabajo que es en promedio 9 horas diarias, durante seis días a la semana y establecen una cuota de ventas para cada día que trabajan los niños.

Para un gran porcentaje de los menores que trabajan, viven o se desplazan en las calles, tanto los efectivos policiales como los agentes municipales constituyen el principal peligro; ya sea por decomiso, represión o extorsión.

Finalmente, los niños trabajadores tienen vivencias en común; como el sufrimiento, la soledad y la esperanza de un mundo mejor, algo como una quinta estación, ese lugar ideal que existe dentro de cada uno a la espera de un buen momento para brotar.

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